Las mujeres en Irán no se caracterizan por llevar el nombre de su país en alto. Son personas sin derechos, socialmente marginadas, obligadas a esconderse si son identificadas por su rebeldía.
Los relatos de violencia sexual contra las mujeres en Irán son difíciles de comprobar por el miedo de las víctimas a las autoridades. Hace unos días, la cadena de televisión CNN informó que las autoridades a veces graban las agresiones a las mujeres con el fin de chantajear a las manifestantes para que guarden silencio. La nota de cada día es que las manifestantes siguen apareciendo muertas.
Recientemente se conoció el nombre de Nika Shahkarami, una joven de 16 años que quemó en público su velo. Las fuerzas de seguridad la localizaron. Días después, las autoridades anunciaron que había muerto. La autopsia reveló que tenía fracturas en el cráneo, la pelvis, la cadera, los brazos y las piernas.
Hadi Ghaemi, una activista del Centro de Derechos Humanos de Irán, declaró sobre una niña de 14 años de un barrio pobre de Teherán, que protestó quitándose el velo en la escuela. La niña, llamada Masooumeh, fue identificada por las cámaras de la escuela y detenida; poco después, la trasladaron al hospital para que la trataran por desgarros vaginales graves. La niña murió y su madre, pese a haber dicho en un principio que quería hacer una denuncia pública, ha desaparecido.
Sólo una presión internacional férrea sobre el gobierno de Teherán puede devolver a las mujeres su calidad de seres humanos.
O la caída del gobierno.