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Sherlock revive

Todo mundo sabe que Sherlock Holmes se fue a la tumba con su creador, el mago de la novela policíaca, Sir Arthur Conan Doyle. Pero poca gente sabe que la relación entre el detective y su creador no fue muy buena; es más, fue tan mala, que Conan Doyle decidió matarlo en una de sus novelas. En El problema final, el autor decide que el eterno y peligroso enemigo de Holmes -el Doctor Moriarty- cobra una venganza añeja y termina con su vida. «Tengo que acabar con Sherlock Holmes antes de que él acabe conmigo -le escribió Conan Doyle a su madre antes de ponerle punto final a las aventuras del detective- es una figura que opaca a todos mis demás libros.»

Pero la realidad resultó, como casi siempre sucede, más necia que todas las ficciones. A sus lectores no les gustó que el escritor acabara de un plumazo con la vida del detective convertido en héroe, y para expresar su enojo hicieron manifestaciones públicas y se colgaron listones negros como protesta por su muerte. La presión fue tan tremenda, que Conan Doyle tuvo que devolverlo a las páginas de su prosa. Se tardó diez largos y farragosos años, pero al final el detective reapareció en La casa vacía.

Después de la muerte de Conan Doyle en 1930, Sherlock Holmes resucitó en decenas de películas y series televisivas. De una sola de sus novelas –«El sabueso de los Baskervilles»– se hicieron nada más 26 películas.  Siguiendo la estela de sus hazañas, se levantaron esculturas en Londres y Edimburgo con su figura. Se abrió un museo con sus pertenencias, su recámara y su baño. Está ubicado en el número 221 de la calle Baker Street, donde supuestamente vivía. De manera que el detective sobrevivió y rebasó con la aureola de su fama a su propio creador.

Pero lo sucedido en días recientes en Londres, muy cerca de su estatua frente a la estación del Metro de Baker Street -a la vuelta del domicilio del Sherlock original-, sorprendió a todos los peatones que vieron la escena. Todo sucedió así: un muchacho delgado que cruzaba con su bicicleta la avenida Marylebone High Street fue atacado por cuatro bribones. Para asaltarlo, probablemente. Pero no contaban con la presencia de Sherlock Holmes. Eso lo narra el chofer de un UBER que pasaba por ahí, llevando a un hombre y una mujer como pasajeros. Al ver el atentado, el hombre del asiento trasero se asomó por la ventana y empezó a gritarle a los atacantes: «¡Suéltenlo!» ¨¡Déjenlo en paz!», y al ver que los ladrones no reaccionaban se bajo del auto, dio un salto hacia donde estaban los atacantes y tomó por la espalda a uno de ellos. El chofer del UBER se dio cuenta de que su valiente pasajero era el mismo Sherlock Holmes en persona, detuvo a media calle su taxi y se bajó a ayudarlo. Tomó por el cuello a otro de los asaltantes. Y los cuatro malhechores, al percatarse de que el defensor del joven ciclista era el detective que se había bajado del pedestal de la estatua, se echaron a correr cobardemente.

El joven de la bicicleta se levantó del suelo y agradeció a sus dos defensores anónimos. Sherlock Holmes y el taxista regresaron al automóvil y, cuando el chofer reconoció plenamente a su pasajero, le preguntó. «¿A donde lo llevo ahora, Señor Cumberbatch»?

Era Benedict Cumberbatch, el actor que protagoniza a Sherlock Holmes en la serie de la BBC.

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