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Sicario

La imagen de un sicario ha sido revelada por el cine y las redes sociales como un personaje despiadado, capaz de las peores ejecuciones, con la sangre apenas caliente para seguir circulando, siempre fiel con sus jefes y feroz e implacable con sus enemigos. Un hombre joven -apenas 17 o 20 años- que se ha vendido al crimen y no puede salir de sus telarañas, aunque quisiera.

Lo peor del asunto es que esa imagen es real. En un reportaje espléndido del corresponsal de The New York Times en México -Azam Ahmed- se presentó un panorama muy detallado sobre un sicario que se convirtió en fuente de información de las autoridades y que ayudó de esa manera a reducir en número de asesinatos en lo que se consideraba su radio de acción, Es el pueblo de Jojutla, al sur del estado de Morelos.

El reportaje se hizo con el consentimiento de las autoridades, a lo largo de 17 meses de entrevistas al sicario, su familia, varios oficiales de la policía y otros sicarios y asesinos, y revela que México se ha convertido en una de las capitales del crimen en el mundo. Una nación donde en muchas regiones gobierna el más fuerte, el mejor armado, el que tiene una estrategia más letal y el más sanguinario.

El sicario entrevistado aceptó testificar contra sus antiguos jefes, revelar sus procedimientos atroces, sacar a la luz las ubicaciones de casas de seguridad y campos de entrenamiento, y gracias a ello las autoridades lograron aprehender, por métodos extralegales. a un centenar de miembros del crimen organizado. Además, se logró algo que parecía imposible: los homicidios, secuestros y extorsiones fueron reducidos, por lo menos un tiempo.

Aquí cabe señalar que en el año pasado el número de homicidios en México colocó al país en el segundo lugar de homicidios en todo el mundo después de Siria -un promedio de 100 muertes a mano armada cada día-, y que la compra de sicarios a cambio de su libertad ha demostrado su efectividad, aunque el procedimiento del debido proceso que marca la ley salga abollado por completo.

Es un contrasentido, pero así es. Si la ley se aplica al pie de la letra, la inseguridad seguirá creciendo.

 

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