Entre todos los sectores afectados por la guerra en Siria, los niños sobresalen por su vulnerabilidad y desamparo. Los pequeños ya casi no van a la escuela. Son parte del reclutamiento de las fuerzas en pugna, víctimas que se exhiben como daños colaterales, parte de un éxodo que termina muchas veces en la incertidumbre sobre las naciones que van a acoger a las familias o en la muerte. Es un drama que no cesa.
La UNICEF acaba se publicar el reporte de la infancia en Siria durante el año pasado. Todo indica que, par los niños, fue el peor año de la guerra. Murieron, sin tomar en cuenta a los desaparecidos, 652 pequeños. De ellos, 255 fueron asesinados en escuelas. Una de cada tres escuelas está ocupada como cuartel o trinchera de las fuerzas combatientes. Por eso 1.7 millones de niños no asisten a la escuela. La guerra no respeta escuelas, ni hospitales, ni parques infantiles ni viviendas.
El reporte también apunta que más de 850 niños fueron reclutados como carne de cañón de los ejércitos el año pasado, en comparación con 362 casos recogidos durante 2015. “Los niños están siendo usados y reclutados para luchar directamente en los frentes y cada vez más asumen roles de combate, incluidos casos extremos como verdugos, atacantes suicidas y guardias de prisiones”, señala el reporte.
Además, 280.000 niños viven en zonas de difícil acceso y prácticamente desconectados de cualquier ayuda humanitaria.
De los que han escapado de ese infierno, hay 2.3 millones de niños sirios que están refugiados temporalmente en otras naciones de Medio Oriente, como Turquía, Líbano, Jordania, Egipto e Irak. Apenas 20 mil -se calcula- se encuentran con sus familias a salvo en Canadá.