Uno de los temas más candentes del debate entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos es el del control de armas. Se sabe que uno de cada tres días hay un ataque armado en la tierra del Tío Sam, y que muchas voces piden un control más estricto de venta de armas al público. Otros exigen la prohibición total.
El diario The New York Times investigó los 130 ataques en el último año donde cuatro o más personas fueron balaceadas, y donde murió por lo menos una persona. El propósito fue abonar la discusión sobre si los antecedentes de los clientes pueden reducir las matanzas; si el permiso o no de portar armas en la escuelas es un factor determinante de los ataques, y si los desequilibrados mentales tienen facilidades para adquirir armas.
Los primeros hallazgos señalan que más de la mitad de los atacantes tenían antecedentes criminales, pero que les resultó muy fácil saltarse los requisitos sobre sus antecedentes; que el 40% de los casos fueron de personas sin antecedentes, y que muchos de ellos perpetraron ataques contra sus propios familiares y después se suicidaron; que la mayoría utilizó pistolas en lugar de rifles prohibidos, y que los desequilibrados mentales tuvieron muchas facilidades para adquirir armas.
Son los primeros resultados, y a partir de eso habría que actuar. Claro que hay pobladores que no quieren que las cosas cambien. Pero los que quieren cambiar, tendrán que tomar en cuenta estos factores. El problema es que la Constitución de Estados Unidos otorga a todos los ciudadanos el derecho de tener armas para protegerse. Vaya ley.