El mundo que heredarán nuestros bisnietos no parece ser muy agradable. Si bien en estos días políticamente avanzamos hacia atrás, pisoteando los valores de diálogo, respeto y entendimiento que provienen de la tradición humanista de Oriente y Occidente, en términos de conservación de los ecosistemas tampoco damos pasos firmes hacia adelante. La deforestación de bosques y selvas, la contaminación de la atmósfera y las aguas y la cerrazón de ver al cambio climático como un problema capaz de acabar con la vida en la Tierra tal y como la conocemos actualmente, son señales que nos deberían alertar para tomar medidas inmediatas, en lugar de negar los problemas y cruzarnos de brazos.
Pero hay otro problema que debería llamar la atención de todos los países para, por lo menos, detener la velocidad de su comportamiento. Se trata del crecimiento de la población, un tema que no nos llama suficientemente la atención por varios motivos. Uno, por falta de educación y conocimientos al respecto; dos, porque las religiones se oponen abiertamente al control natal, o no quieren ver el número de nacimientos como un problema; tres, porque es un tema políticamente inconveniente, ya que planearlo quitaría votos a la hora de las elecciones. Y cuatro, porque casi nadie quiere hacer políticas a largo plazo. Lo único redituable es lo inmediato.
Claro que han habido políticas de contención de la natalidad -como la política del hijo único en China, determinante hasta 2013- y comportamientos de renuncia a la maternidad entre las mujeres de varias naciones desarrolladas, pero las tendencias generales apuntan hacia un incremento incontenible de la población, principalmente en países menos desarrollados. La población de la India, sobre todo, parece un recipiente en desbordamiento constante.
De acuerdo al último informe de las Naciones Unidas, en 2017 somos 7 mil 600 millones de habitantes de la Tierra, 200 millones más que hace tan solo dos años. La tendencia es añadir 83 millones de personas cada año a esa abultada cifra, de manera que seremos 8 mil 600 millones en 2030, 9 mil 800 millones en 2050, y más de 11 mil 200 millones en el 2100. Seguramente ninguno de nosotros vivirá para esas fechas, pero nuestros bisnietos aquí estarán.
Desgraciadamente, los 47 países más pobres duplicarán -casi- su población actual. De los mil millones que tienen actualmente, llegarán a mil 900 millones. Y a esa gente, como lo hemos constatado en las últimas décadas, nadie la sacará de la pobreza.
Las tendencias parecen irreversibles. En 2024, la India suplantará a China como el país más poblado del mundo. Eso añadirá más miseria al planeta. Y en 2050, Nigeria superará a Estados Unidos en población. Serán más de 330 millones de habitantes.
¿Y México? Su crecimiento demográfico es explosivo, pero a nadie le importa. En unos años, seremos más habitantes que los japoneses, cuya población nos duplicaba hace unas décadas.
El próximo año habrá en México elecciones presidenciales. Cualquiera puede apostar a que el tema demográfico no estará en la plataforma de ningún partido.
Lo importante es ganar, dicen los mercadólogos.