Tina Turner falleció ayer. Para muchos, es difícil de creer. Es como si se hablara de la muerte de un huracán.
Wesley Morris, uno de sus críticos más devotos, publicó en The New York Times: «Del libro autobiográfico titulado «Yo, Tina», se puede decir que son sus memorias (le narró todo, en 1986, a Kurt Loder, quien lo trasladó a la literatura), pero a mí siempre me ha parecido más un libro de recetas. Sus ingredientes incluyen fuerza, dominio, poder, sexo, voluntad. De ahí la conmoción por su fallecimiento. ¿Dicen que tenía 83 años? Nadie se lo cree. Los ingredientes la hacían parecer inmortal. Durante siete décadas de hacer música, todo chisporroteaba en ella. Esa energía. Le brotaba del ser: de los pies, de los muslos, de las manos, de los brazos, de los hombros, del pelo, de la boca.»
Si. Al aparecer en cualquier escenario, Tina Turner giraba con la fuerza de un tornado. Su muerte parece un fenómeno imposible.