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Toda una ganga

Al norte de Nueva York, a menos de hora y media en automóvil de la ciudad de Montreal, en Canadá, hay una propiedad que se vende como ganga. Era una cárcel. Una prisión del estado de Nueva York llamada la Correccional de Chateaugay, que cerró sus puertas en 2014 por el descenso de reos.

La cárcel abrió sus instalaciones en 1990, y presumió de tener grandes jardines, una cocina muy bien equipada, celdas modernas, todo para una cómoda estancia de los delincuentes. Y ahora, con los edificios vacíos, nadie la quiere comprar. Es un elefante blanco y una carga para el condado, porque en sus mejores tiempos daba empleo a más de un centenar de trabajadores. Pero eso también se acabó. Hace un año, fracasó el único intento de vender la propiedad a un solo comprador.

En términos reales, la venta de la cárcel es realmente una oferta muy jugosa. Se pondrá en subasta, a un precio inicial de 100,000 dólares, que equivalen aproximadamente a 2 millones de pesos mexicanos. Y se trata de más de 9 mil metros cuadrados que tienen en su interior 30 edificios, cocinas con refrigeradores enormes, un amplio salón de estancia y un generador de luz.

La subasta de la prisión obedece, en última instancia, al descenso del crimen y los encarcelamientos en el estado de Nueva York. El número de presos ha bajado en un 30%, ya que los programas de reinserción social han dado resultados. Y el estado ha cerrado y puesto a la venta un total de 13 cárceles. Pero de ellas, solo se han vendido tres. Las empresas no se animan a tener oficinas con antecedentes penales. Y no son instalaciones que puedan reconvertirse como fábricas. A pesar de las ideas ingenuas de Donald Trump de volver a la edad de oro de la manufactura, la pujanza industrial del siglo XIX se niega a regresar.

Alguien propuso convertirlas en hoteles, pero no resulta una idea atractiva para los turistas. Nadie quiere pasar su luna de miel en una habitación que fue celda.

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