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Trump security

La seguridad de Donald Trump es un tema candente. Como se sabe, el discurso del presidente electo ha incendiado los ánimos de la población con arengas racistas, sexistas y xenófobas. Los ataques catapultados por estos sentimientos han proliferado en muchos estados, y hasta ahora la violencia ha corrido por cuenta de los seguidores de Trump.

Pero la tendencia puede revertirse, y el futuro huésped de la Casa Blanca puede convertirse en el mejor blanco del odio que profesa. Y se trata solamente de los enemigos acérrimos de Estados Unidos, como el Estado Islámico, Corea del Norte o los residuos de Al Qaeda. No. Se trata también de los enemigos de Trump al interior de su propio país, todos aquellos que se sienten lastimados por su discurso y sus balandronadas.

Ayer la policía de Nueva York arrestó a un estudiante de 19 años que fue descubierto en el interior de la Torre de Trump, en la Quinta Avenida, con varios utensilios nada comunes para un visitante. El joven se llama Alexander Wang, y fue arrestado por posesión de un cuchillo, unas esposas, un alambre de púas, un conjunto de fuegos artificiales y una pistola de agua.

Puede haber sido una broma, o puede no serlo. Porque desde que Donald Trump ha elegido su propio edificio como cuartel personal antes de su ascenso a la presidencia del país, las agencias de seguridad se han apoderado del edificio y le han quitado su atracción turística. Se sabe que en Estados Unidos hay muchos locos dispuestos de dar la vida para matar a cualquiera. Y a los que no son cualquiera. La gente recuerda el atentado contra Ronald Reagan, perpetrado por un sicópata enamorado de la actriz Jodie Foster. O la muerte de los Kennedy. O la de Martin Luther King. O los asesinatos a mansalva contra estudiantes de escuelas, clientes de bares, espectadores de cines. Las matanzas conforman todo un menú.

¿Está en peligro la vida de Donald Trump? Si, sin duda. Por eso los sistemas de seguridad del país más poderoso del mundo están en alerta permanente. Y eso es una probada de lo vendrá los próximos cuatro años. Por lo menos.

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