A las puertas de la elección presidencial el próximo martes 3 de noviembre en Estados Unidos, los contendientes se preparan para el asalto final. Es un último esfuerzo que siempre se pide a los competidores, en todo tipo de carreras. En cuestión de días, horas o minutos, todo terminará. Trump y su equipo se han puesto la vara muy alta: el actual presidente planea llevar a cabo 11 mítines en 48 horas.

Trump estará en estados que resultarán claves para definir al ganador de la carrera: Pennsylvania, Florida y Carolina del Norte. Aunque en la mayoría de las encuestas el candidato demócrata Joe Biden muestra una cómoda ventaja sobre su contrincante republicano, los asesores de Trump están echando mano de todos sus recursos para reducir la ventaja y al final ganar la carrera.

Los asesores de Trump confían en un elemento que, según dicen, le dará el triunfo: su energía. Creen firmemente que Trump supera a Biden en energía física y sicológica, y por eso le ha puesto a recorrer varios lugares en muy poco tiempo.

Para Biden, en cambio, los recursos son otros.

En primer lugar, está el hartazgo de buena parte de la población sobre la figura de Donald Trump. Esa población está cansada de sus dichos ofensivos, de su figura siempre triunfante, de su desprecio hacia los extranjeros y las minorías, y sobre todo de sus mentiras. Para el actual presidente, sus ocurrencias pueden catapultarlo al triunfo. Pero el resultado puede ser el opuesto. Por ejemplo, su ocurrencia de ponerse a la altura de Abraham Lincoln, diciendo que ambos son los presidentes que «más han hecho por los negros.»

Pocos votantes son capaces de digerir esa mentira.