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Un mar de voluntarios

¿Hay algún beneficio que el Coronavirus haya traído en algún rincón del mundo?

La respuesta es SI, para el asombro de muchos. El beneficio cayó como un rayo de esperanza en el Reino Unido, esa nación que fue estigmatizada como la cuna del individualismo en un imperio decadente, y que en los últimos años sufrió una nueva división social por las ondas expansivas del Brexit, el acuerdo que separó a la población entre los que querían permanecer en el seno de la Unión Europea, y los que preferían la total independencia de la isla.

El Reino Unido quedó más desunido que nunca. No eran solamente conservadores y laboristas, sino insulares y europeístas. Y entonces llegó, como para rematar sus desdichas, la epidemia del Coronavirus.

El país empezó a cabalgar con rapidez para alcanzar a sus vecinos en sus desgracias. A principios del mes de Abril, el número de infectados en el Reino Unido sumó más de 52 mil ciudadanos. Y entre ellos, sobresalieron más de 5 mil muertos.

Para colmo, el primer ministro de la nación, Boris Johnson, contrajo la enfermedad y, después de unos días de pasarla en casa con síntomas nada graves, su estado de salud fue empeorando hasta que terminó en el hospital de Saint Thomas en Londres, donde fue atendido en la sala de terapia intensiva.

¿Cuáles son las buenas noticias en medio de esta epidemia? Es solo una, pero muy fuerte. El Reino Unido ha recuperado su espíritu de lucha y su unidad contra un enemigo común. Como en muchos otros países que han enfrentado esta crisis sanitaria, en el Reino Unido faltan médicos y enfermeras, y los trabajadores sociales no alcanzan. Por eso el gobierno hizo un llamado para que la población en su conjunto acudiera a prestar ayuda donde se necesitase. Y la población salió a las calles. Debidamente protegida con tapabocas y guantes, pero con el firme deseo de ayudar a quien lo necesite.

El gobierno señaló que necesitaba un ejército de 250,000 ciudadanos para repartir alimentos y medicinas a los más necesitados, y al llamado acudieron más de 750,000 ciudadanos. Todos se han organizado por su cuenta para repartir los víveres y las medicinas a todo aquél que lo necesite. Se han formado brigadas que van de casa en casa entregando comida, hablando sobre todo a los adultos mayores, ayudando aún a los indigentes.

«Sin buscarlo, hemos recuperado el espíritu de Churchill», dijo una de las voluntarias.

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