En las guías turísticas, Tailandia es un paraíso lleno de arenas blancas, atolones geométricos, aguas cristalinas y playas de ensueño. Todo eso es cierto, pero también es un territorio propicio para el narcotráfico, la ilegalidad y el crimen. O el rapto, como lo demuestra la historia de la tailandesa Atchariya Chaloemmeeprasert y el australiano Stuart Demster (en la fotografía) cuya hija se convirtió en la moneda de cambio de la pareja para ejercer su autoridad adentro de la familia, y cuyo matrimonio fue una trama llena de intrigas y secuestros.
Uno de ellos, el que tuvo mayor resonancia en la prensa, fue en los días previos a la Navidad de 2013, cuando la madre de la niña la llevó al poblado de Ban Phai -en el noreste de Tailandia-, para visitar a sus familiares. La niña no regresó a los brazos de su padre, como había acordado la pareja, y a partir de entonces se inició un forcejeo en el que participaron las escuelas rurales, la iglesia católica, los familiares de la niña y una multitud de pobladores. En tres ocasiones, la niña fue secuestrada por Demster, llevada en camiones, automóviles y lanchas para eludir a la policía y escondida en varias casas.
La niña lleva 5 años con Demster, y ahora tiene 12 años de edad.
Demster sabe que ha infringido la ley, pero dicen sus vecinos que trata a la niña con cariño y dedicación.
«No me arrepiento de nada» ha declarado a los medios de comunicación.