A unas cuantas horas de empezar la primavera, muchos recuerdan que hace cuatro años se inauguró la llamada Primavera Árabe, un movimiento que parecía ser el inicio de la democracia en los países árabes, pero que desgraciadamente derivó en nuevos golpes de Estado, un terrorismo que va ganando terreno día tras día y una guerra que ha cobrado centenas de miles de muertos en Siria.
Tal vez lo peor de ese panorama sea el surgimiento del Estado Islámico, un grupo que ya controla buena parte del territorio de Irák y Siria, y que tiene aterrorizada a la población del mundo entero con sus videos propagandísticos y sus ataques.
Esta semana se adjudicó el ataque del museo más importante de Túnez, donde murieron 23 personas, la mayoría de ellas turistas. Vale la pena recordar que Túnez, al revés de lo que ha ocurrido en Egipto, Libia y Siria, es un país que después de derrocar al dictador en turno logró tener en diciembre del año pasado elecciones libres, y formó un gobierno de coalición que es lo más parecido a las democracias occidentales. Tal vez por eso la población se sublevó contra el ataque sinsentido, y salió a las calles a condenar al terrorismo como un enemigo del pueblo y del país.
Sin embargo, los ataques del Estado Islámico no han cesado. Sus videos incluyeron recientemente la destrucción de algunos templos milenarios de la antigua Persia, y hace dos días llevaron a cabo cuatro ataques suicidas que asesinaron a 137 personas en dos mezquitas de la capital de Yemen.
Para algunos analistas el Estado Islámico está apropiándose de la autoría de unos atentados que en realidad fueron perpetrados por Al Qaeda, un grupo que tiene más popularidad en Yemen. Pero más allá de los análisis y las autorías, es necesario condenar y castigar a los autores.
Se sabe que el terrorismo es una salida desesperada ante condiciones de opresión y de injusticia de muchos grupos y naciones. El hacer estallar el mundo es una reivindicación extrema de una situación insoportable. Muchas veces, además, es una promesa religiosa de llegar al cielo con las manos limpias. Pero todo eso es un engaño. El terrorismo es una enfermedad letal que se cura desactivando a los terroristas con medidas preventivas.