Para las cabezas obtusas y cuadriculadas de muchos políticos norteamericanos, el coronavirus es un mal traído al mundo directamente de China. Y no les falta razón, ya que muchas fuentes sostienen que el origen del mal se encontró en la ciudad china de Wuhan, y que de ahí inició su expansión por el mundo.
Sin embargo, una cosa es analizar la pandemia desde sus orígenes para estudiar sus causas y posibles vías de expansión, y otra cosa es utilizar las investigaciones para responsabilizar a los gobiernos y a los países de una epidemia que ha salido de control en diversas latitudes. Y eso es lo que está haciendo, ni más ni menos, el presidente de los Estados Unidos.
En días pasados, Donald Trump pidió que «se responsabilice a China por permitir que el coronavirus infecte al mundo», y que la Organización Mundial de la Salud no es un organismo confiable, porque se encuentra en manos de los chinos.
La realidad es que China, lejos de las acusaciones de Trump, está planeando fabricar 610 millones de dosis de la vacuna del coronavirus antes de que acabe este año, y mil millones más en 2021. Esa noticia la dio el director del Centro de Desarrollo de Ciencia y Tecnología de la Comisión Nacional de Salud en China, llamado Zheng Zhongwei..Y añadió que las autoridades chinas esperan poder aplicar las vacunas masivamente «lo antes posible».
De manera que, más allá de las culpas y los exabruptos de la Casa Blanca, en China parece que va a surgir muy pronto el remedio contra la pandemia.
Es un respiro para el mundo.