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Y el Óscar va para…

J.K. Simmons. El maestro sádico y perfeccionista de Whiplash, la película de Damien Chazelle que nos introduce en el mundo de las esuelas de jazz para presentarnos los esfuerzos sobrehumanos de un baterista para tocar en los mejores conciertos del mundo y su relación tormentosa con su mentor, es una obra maestra en términos cinematográficos y musicales, que merece sobradamente aspirar al Óscar como la mejor película del año.
Pero en ese terreno la pelea es durísima, porque nadie sabe a ciencia cierta si el Óscar a la mejor película se lo darán a Birdman o a Boyhood.
Las películas punteras son antagónicas: una es un bólido a toda velocidad que avanza arrastrando emociones de todo tipo mientras se mueve en un escenario de Broadway, y la otra es una experiencia dilatada de 12 años de filmación a lo largo del crecimiento de un niño de 5 años hasta que llega a las puertas de la universidad. Ambas se presentan como favoritas, y ambas han ganado los premios que se consideran las antesalas del Óscar: Birdman los premios de los críticos y directores, y Boyhood los Globos de Oro y los BAFTA.
Los directores de ambas películas llegan también empatados al teatro Dolby. Si el Óscar al mejor director lo gana Alejandro González Iñárritu, sería la segunda vez consecutiva que un mexicano lo ganara. El del año pasado fue para Alfonso Cuarón.
Pero todo eso está en suspenso. Lo cierto es que J.K. Simmons ganará el Óscar como mejor actor de reparto, porque su actuación como el maestro y director de orquesta de Whiplash se lleva de calle a todos sus rivales.
La noche del domingo lo veremos.

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