El descubrimiento de Hollywood este año se llama Yalizta Aparicio. Nadie lo esperaba. Ni ella. Ni Alfonso Cuarón. Ni las revistas especializadas en los hallazgos de la pantalla. Ni los críticos más sesudos del arte cinematográfico. Es alguien que salió de la chistera sin que hubiera mago. Y ya ha sido nominada como la mejor actriz del año por la revista Time.

Yalitza es una normalista mixteca sin aspiraciones cinematográficas de ninguna índole. Del proyecto de hacer cine, no tenía ni idea. Por eso cuando Alfonso Cuarón le propuso aparecer como el personaje central de su cinta Roma, ella señaló a su hermana, que cantaba en Tlaxiaco, su pueblo original de Oaxaca. Su hermana era lo más parecido a una actriz.

En el mundo del cine de Hollywood, adicto a las frivolidades de las estrellas, Yalitza es una joya que no requiere pulido. Tiene 25 años. De rasgos indígenas puros, sin mestizaje. De la presencia de España en México, no tiene nada. No es actriz. No actúa en la pantalla. Ni en las alfombras rojas. Ni finge para las fotografías. Simplemente, por ser uno de los reductos inverosímiles del candor en el mundo, hace lo que le piden. Parece que posa, pero cada gesto suyo es original.

Ahora Yalitza es un fenómeno que se pasea por las portadas de las revistas de moda y belleza femenina. Y eso no les gusta a muchos. El diario más liberal de España -El País- la clasificó como sirvienta. Las redes sociales la han inundado de epítetos, en una vorágine de racismo corrosivo propio de México y los países coloniales.

Detrás de Yalitza, Alfonso Cuarón ha mostrado su genialidad. Nunca le proporcionó el guión de la obra. En cada toma, con toda naturalidad, le decía: «aquí tienes que hacer esto». Y en muchas tomas, simplemente, no le decía nada. Por eso Yalitza no actuaba. Simplemente reaccionaba a los hechos. Es un fenómeno que no aparecía en la pantalla desde la época del neorrealismo italiano. Tal vez, sin actuar, Yalitza se lleve los más altos galardones como la mejor actriz del año.