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#Yo… no

Desde que recientemente salió a la luz la serie de abusos sexuales que cometió Harvey Weinstein, uno de los productores estrellas de Hollywood, los esfuerzos para que las mujeres asediadas y agredidas sexualmente se han multiplicado en los medios de todo el mundo.

El movimiento que responde al hashtag #Metoo (yo también) fue ganando popularidad hasta convertirse en el personaje del año de la revista Time. #Metoo pasó de ser una puerta abierta para que las mujeres que sufrieron algún tipo de abuso sexual se expresaran, a un referente de reivindicación y justicia para todas las mujeres.

Sin embargo, el movimiento encontró sus límites en muchos países y sectores sociales.

Y uno de esos países es, para el asombro de muchos, Suecia. El país que se ostenta como el portavoz de una política de igualdad sexual, donde se respetan los derechos sin excepción de hombres y mujeres, es también una nación no exenta de abusos sexuales, donde las mujeres callan los maltratos y las insinuaciones porque saben que la denuncia no las llevará muy lejos.

Jenny Nordebergdec, una escritora sueca que ha vivido en Estados Unidos, dice que la supremacía masculina es la misma  en ambos países, solo que en Suecia ese sentimiento es muy mal visto. En un país donde la igualdad de género es una bandera nacional, abusar de una mujer en el trabajo es algo de lo que no se puede hablar. «Pero denle a un sueco unos cuantos tragos de alcohol, y su comportamiento dejará de ser igualitario.» En ese sentido, el nivel de hipocresía es muy distinto.

Además, sostiene, la denuncia jamás terminará en el despido laboral, porque en un país socialdemócrata nadie puede perder el trabajo, independientemente de los motivos que se esgriman.

Otro caso muy distinto, pero que también conduce a la inhibición de las mujeres para denunciar a los violadores o acosadores es el que plantea Shanita Hubbard, una profesora negra de un colegio de Pennsylvania. Ella dice que aprendió desde pequeña que los jóvenes negros que haraganeaban por el barrio tenían todo el derecho de tocarla y aún abusar de las niñas de 12 años, porque era parte de un código semejante al de los usos y costumbres de ciertas comunidades.

También aprendieron que esos jóvenes eran a su vez víctimas de grupos más poderosos -en especial la policía- y que como miembros de la comunidad negra había que identificar perfectamente a los enemigos, y jamás emprender una batalla contra los miembros de su propia raza. De modo que el movimiento de #Metoo se circunscribe a las mujeres blancas.

Es una pena. Hay una fila muy larga de mujeres de todo el mundo que se inscriben en un hashtag que afirma #Yo… no.

(Información de The New York Times)

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