En las recientes semanas, la muerte se llevó a 12 personas por asfixia. Aunque los casos no tienen nada que ver entre sí, todos revelan un contexto de injusticia, una incapacidad e indiferencia criminal de la autoridades, una impotencia espantosa de las víctimas. Dos de las víctimas asfixiadas fueron perdiendo la vida lentamente, pidiendo intermitentes llamados de auxilio, mientras el lodo les iba quitando el oxígeno en el fondo del socavón del Pasó Exprés que circunda la ciudad de Cuernavaca para agilizar el camino hacia Acapulco. Los dos iban a trabajar desde temprano a Jiutepec. Los dos hablaron por teléfono pidiendo ser rescatados. Los dos murieron. Diez horas después del accidente, las autoridades sacaron sus cuerpos inermes. El Secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, no renunció. Solo dijo que las familias recibirían una buena indemnización. Vaya consuelo.
Los otros 10 asfixiados fueron encontrados en un tráiler estacionado en un Walmart de San Antonio, Texas, que se convirtió en una cámara de muerte para todos los indocumentados que iban adentro. Hay 20 hospitalizados, con vida aún, pero en muy malas condiciones.
El flujo de los indocumentados que emigran a Estados Unidos en busca de trabajo representa un calvario para los trabajadores mexicanos y centroamericanos. De los muertos por asfixia, hasta ahora, se han identificado a 3 mexicanos, hombres entre 20 y 30 años. Todos ellos son los representantes involuntarios de uno de los grandes dramas de nuestro tiempo. Huyendo de la violencia, la miseria y el desempleo, son presa fácil de los traficantes de personas que les piden grandes sumas de dinero por hacinarlos en tráileres, arrastrarlos por desiertos a temperaturas insoportables, y finalmente lanzarlos a la muerte por asfixia y deshidratación. Los pasajeros del tráiler se turnaban un pequeño agujero en el cajón del vehículo para poder respirar el aire exterior. Afuera la temperatura era de aproximadamente 47 grados centígrados.
El conductor del tráiler declaró que no sabía que llevaba personas en su interior. Las autoridades dijeron desconocer a los responsables del homicidio. Lo más probable es que no los encuentren.
El caso es una cuenta más de un rosario de atrocidades que asuelan a los migrantes desde hace años. La última tragedia parecida sucedió en 2003, cuando 19 migrantes murieron adentro de un tráiler que fue abandonado por su chofer en el camino del Valle de Río Grande hacia Houston. Fueron encontrados, también, cerca de San Antonio. Murieron por el calor y la falta de oxígeno. Por eso el jefe de la policía de la ciudad se ha puesto a investigar sobre el fenómeno que ciega la vida a tanta gente. Y tiene ciertos hallazgos interesantes. Por ejemplo, que los pasajeros de este viaje hacia la muerte pagan aproximadamente 3 mil dólares por el viaje. El precio es por un viaje sencillo. Sin boleto de retorno, claro.