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La Gran Muralla de Trump

Esta semana el tema más tratado en los medios de Estados Unidos y México fue el del Muro que propone Donald Trump para detener la migración de México a Estados Unidos.

Aunque se trata de una balandronada que ya fue criticada por el Papa, el tema se reavivó con más fuerza por los soplidos de la campaña de Trump en Nevada, y tuvo su contraparte con la disculpa del Vicepresidente Joe Biden al pisar suelo mexicano. El mismo día, el Muro fue criticado por el presidente Peña Nieto, por el expresidente Felipe Calderón y, con su estilo vaquero de Guanajuato, por el expresidente Vicente Fox.

Todo esto no hace más que azuzar aún más la adrenalina publicitaria del empresario de Nueva York, y montado en ese oleaje xenófobo y delirante, responde cada crítica diciendo que aumentará el tamaño del Muro, para que le salga más caro a los mexicanos.

Es todo un show, claro, con una iluminación propia de la escenografía de Las Vegas. Pero merece un mínimo de seriedad. El presidente Obama ha dicho, haciéndose eco de muchas voces, que Donald Trump no llegará a la presidencia de Estados Unidos. Los analistas más sensatos afirman que Estados Unidos no es de un país de locos. Que el mundo no soportaría otra personalidad endiosada como Hitler o Mussolini.

Sin embargo, suponiendo que las apuestas por un presidente más razonable fracasan, y que Trump llega al Despacho Oval de la Casa Blanca, ¿qué haría México si insiste en presionar que paguemos su capricho y levantemos el Muro?

Por obvias razones, un muro de esas dimensiones es una tontería en un mundo cada vez más globalizado y con intercambios fluidos y gigantescos de mercancías, capitales, ideas y personas. La Muralla China tuvo sentido en el siglo quinto antes de Cristo, y hasta el siglo 16 de nuestra era, y a la fecha es una reliquia impresionante del temor de los viejos tiempos. Son más de 20 mil kilómetros de longitud y de cinco a siete metros de altura, para detener los embates de los invasores mongoles.

De manera que lo que propone Trump no es nada nuevo. Es un reciclaje del miedo y el salvajismo de hace más de dos mil años. Pero eso lo hace muy peligroso. Porque si triunfa, aunque sea improbable, y se monta en ese caballo, México tendría que retirar a su embajador de Washington y caminar hacia la ruptura de relaciones.

O bien, proponer algo tan descabellado como los devaneos de Trump, volviendo serias las bromas absurdas. Por ejemplo, apoyar la construcción de la misma muralla, pero con el propósito de detener el tráfico de armas de Estados Unidos hacia México. Sería una muralla de protección al país, pero pagada por Estados Unidos. ¿Y los migrantes? Bueno, pues deberían ser trasportados en avión, y la cartera de Donald Trump tendría que pagar los boletos.

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