El Reino Unido no parece tan unido. Como casi todas las naciones, siente la necesidad de un hombre fuerte que tome todas las riendas de la nación y las dirija por un rumbo firme hacia objetivos claros. Pero esa persona no aparece por ningún lado. El gobierno que acaba de disolverse -teniendo a Lizz Truss (en la fotografía) como la primer ministra- fue un caos que tuvo una existencia efímera de seis semanas.
Una encuesta dada a conocer esta semana reveló el porcentaje de aprobación más bajo registrado en la historia para un primer ministro: el 70 por ciento de la población veía con malos ojos a Truss, y ese porcentaje incluye al 67 por ciento de los conservadores.
Si se celebraran elecciones generales el día de hoy, el 56 por ciento de los votos favorecerían al Partido Laborista, mientras que el 20 por ciento de los electores votarían por el Partido Conservador, según la misma encuesta.
Pero la ley no promueve que el país tenga elecciones generales en estas circunstancias. El primer ministro saldrá de las filas del partido conservador.
El partido ha optado por un proceso simplificado que fue diseñado para evitar una campaña larga. Los candidatos deben recibir 100 nominaciones entre 357 legisladores conservadores antes de las 2:00 p.m. del día de hoy, 24 de octubre. Si solo un candidato alcanza el umbral, esa persona se convertirá en el primer ministro.
Si dos candidatos logran las 100 nominaciones, los legisladores votarán para indicar cuál tiene más apoyo. Si el finalista del segundo lugar no se retira, los aproximadamente 160.000 miembros del partido votarán en una encuesta en línea que finaliza el viernes.
Si tres candidatos cruzan el umbral, la votación de los legisladores que se celebrará el 24 de octubre eliminará a un candidato, y los dos primeros clasificados avanzarán a la votación en línea.
En esas condiciones, sin duda, el próximo primer ministro del Reino Unido no será un hombre fuerte. Lo más probable es la sobrevivencia del caos.