Ayer, la figura de Leonel Messi levantando la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022 le dio la vuelta al mundo. Argentina es el campeón, y Messi el símbolo de su triunfo. Para la historia quedarán sus goles de media distancia, su control del balón, la precisión de sus pases, las triangulaciones con sus compañeros, los engaños a los rivales y sus salidas airosas entre un bosque de piernas enemigas.
Messi es un héroe para Argentina. Y para el resto del mundo, es un jugador excepcional. Un niño que salió de un barrio pobre en la ciudad de Rosario -donde jugaba en una cancha improvisada de tierra- y se coronó como el mejor jugador del mundo, y uno de los mejores de todos los tiempos -junto con Pelé y Maradona.
Su figura es ahora una colección de récords: es el jugador con más partidos en las Copas del Mundo (26), con más minutos en los Mundiales (2,314) y el jugador argentino con más anotaciones en las máximas justas del futbol (13).
Sabedor de que lo tiene todo, declaró ayer: «ya no puedo pedir nada más.»