¿Se imaginan un automóvil que se mueve perfectamente sin chofer? Avanza esquivando banquetas y vehículos. No choca. Cambia de velocidad de acuerdo al espacio hallado y el flujo de vehículos. Conoce instintivamente la libertad de tránsito. Sabe perfectamente cuál es su destino. Llega sin contratiempos.

En días recientes, el automóvil salió sin chofer de la frontera entre México y Arizona, recorrió la inverosímil distancia de 2,400 kilómetros, y llegó sin averías al Instituto Politécnico Nacional de la Ciudad de México, su alma máter. Y decimos su alma máter porque de ahí salió Raúl Rojas González, el hombre que vivió su infancia y juventud en la Colonia Doctores, estudió matemáticas en el Politécnico, se fue a Alemania, empezó a dar clases en la Universidad Libre de Berlín, se especializó en robótica, diseñó los robots futbolistas que ganaron el campeonato mundial en su género en 1998 y ganó en 2015 el premio como Catedrático Universitario del Año de la Asociación de Facultades Universitarias de Alemania.

Después de diseñar una abeja-robot que tiene la misión de orientar a sus parientes vivas para lograr una mayor polinización de las plantas, el profesor Rojas se zambulló en su proyecto más ambicioso hasta ahora, el automóvil sin chofer. Su sueño es crear un sistema de transporte seguro y eficaz, que no le quite tiempo a los ciudadanos. Algo que le diga adiós al estrés y la hipertensión.  Automóviles que son robots, seguros e infalibles. Atrás quedarán los embotellamientos, el ruido insoportable del tráfico, las mentadas de madre en cada esquina y, sobre todo, los choferes de los microbuses, que marcaron con su impronta de miedo el pulso de la Ciudad de México durante el último medio siglo.

Qué orgullo que Raúl Rojas sea mexicano. Qué vergüenza que no haya podido florecer en México.