A pesar de las amenazas de Donald Trump contra los musulmanes, este mes de junio llegaron a territorio de Estados Unidos 2,381 nuevos refugiados sirios, que sin tener un lugar en Europa decidieron buscar asilo en Norteamérica. No son muchos si se comparan con los que han llegado a Alemania, cuyo número rebasa los 98 mil refugiados. Y no son nada si se comparan con los 630 mil que han llegado a Jordania, el millón 113 mil que encontraron refugio en Siria, o el millón 930 mil que se encuentran en Turquía.
Lo que ha sucedido en Siria desde el inicio de la Primavera Árabe es una catástrofe internacional, que ha pasado por una revuelta estéril contra el dictador Bashar Al Assad y una serie de enfrentamientos sangrientos y llenos de crueldad contra el Estado Islámico. Las Naciones Unidas han clasificado la guerra en Siria como «la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.» Y no es para menos.
En Estados Unidos, país construido por emigrantes, el presidente Obama prometió acoger a 10 mil sirios que hasta hace poco tiempo vivían en tierra de nadie. O tierra de todos, porque hasta este momento las dictaduras y los fundamentalismos árabes se están despedazando las ropas y la carne para marcar su propio territorio. Y Estados Unidos, con una infraestructura envidiable para crear nuevas fuentes de trabajo y acoger a los migrantes, se ha portado tacaño para recibir a los sirios. De aquí a septiembre, deberá dar asilo a más de 5 mil infelices que tocan sus puertas. Pero si en noviembre gana Donald Trump las elecciones, no solo los sirios, sino todos los musulmanes deberán ir buscando un nuevo país de residencia.
Estados Unidos debería de aprender de Canadá, que con una tradición menos lustrosa en cuanto a migrantes, ha abierto los brazos a 28 mil sirios desde noviembre.
¿Y México? Bueno, no vale la pena tocar esa herida. Ya no estamos en la época humanitaria donde el país recibía sin mayores aspavientos a los refugiados de la guerra española, del golpe de Estado en Chile, de las carnicerías de los militares argentinos y uruguayos.
Hoy, de México salen más emigrantes que refugiados de Siria.