La película más reciente de Oliver Stone es sobre Edward Snowden. Es una cinta llena de pistas e interrogantes, veloz y explosiva, que muestra los orígenes y las causas del joven que desafió el sistema de seguridad de la nación más poderosa del mundo para abrirle los ojos a todos sobre la intromisión del Estado en la vida privada de sus ciudadanos.

Como es sabido, Snowden viene de una familia de funcionarios del Estado, tuvo una carrera brillante en el campo de la informática, y trabajó en el corazón de los sistemas de seguridad de su país: la Agencia Nacional de Seguridad (la NSA) y la Agencia Central de Inteligencia (la CIA).

En una acción llena de arrojo y a la vez perfectamente planeada, Snowden reveló un puñado de secretos incandescentes a periodistas que difundieron la noticia en los diarios más importantes del mundo (The Guardian, The Washington Post, le Monde, Der Spiegel), y provocó la furia de varios mandatarios de diferentes países que eran espiados por la seguridad norteamericana en sus correos privados. Como bien se sabe, el enojo de Ángela Merkel fue continental.

Dice Stone que fue difícil obtener el presupuesto para la película. La crítica, también, será áspera: para unos Snowden es un héroe y un ejemplo a seguir; para otros es un traidor que debe ser juzgado.