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El Presidente del 30

No habrá segunda vuelta en las elecciones presidenciales del próximo año. Unidos en sus empeños, el PRI y Morena sepultaron los intentos de implantarla. El plazo para emprender una reforma constitucional finalizó el pasado 31 de mayo, dijeron. Morena llegó a decir que se trataba de «otro desafuero» para López Obrador. En realidad, ambas fuerzas actuaron como rémoras del pasado.

La segunda vuelta para las elecciones en México hubiera significado un paso muy importante para llegar a una presidencia legítima y fuerte, respaldada por la mayoría de los electores. Eso fue lo que sucedió en Francia en las pasadas elecciones, y hoy en día el presidente francés es una de las fuerzas más importantes de Europa.

Como se recordará, en Francia las fuerzas electorales dispersaron notablemente los votos en la primera vuelta electoral. Emmanuel Macron -actual presidente- obtuvo el 24.01% de los sufragios; Marine Le Pen -candidata de la ultraderecha- tuvo el 21.30%; Françoise Fillon -candidato del partido conservador- tuvo el 20.01%; Jean Luc Melenchon -una fuerza renovada del viejo Partido Comunista- alcanzó el 19.51% de los votos, y el candidato del Partido Socialista -Benoit Hamon- solo obtuvo el 6.36% de los sufragios.

En la segunda vuelta electoral, donde contienden solamente los dos primeros lugares que alcanzaron mayoría de votos en la primera vuelta, las fuerzas se congregaron alrededor de los candidatos punteros, y Macron venció a Le Pen por una votación del 66.10% contra el 33.90%.

¿Qué significa eso? Que la presidencia sale fortalecida en un contexto de dispersión electoral. En la segunda vuelta, los ciudadanos que emitieron sus votos por los candidatos que salieron derrotados en la primera vuelta -en Francia un abrumador porcentaje superior al 54%- tuvieron que elegir nuevamente, en la segunda vuelta, por uno de los dos candidatos punteros. En algunos casos -como lo sucedido con el llamado de Fillon para que sus seguidores atajaran el paso a la candidata de la ultraderecha-, los candidatos perdedores llaman a sus electores a votar por un determinado candidato. Por eso Macron alcanzó un sólido 66% del respaldo electoral, emitido seguramente por un amalgama de votos conservadores, socialistas y comunistas.

Hoy en día Macron es una fuerza que habla por toda Europa, en unión con la canciller alemana Angela Merkel.

En México, salvando todas las diferencias económicas, sociales y culturales, se presenta una situación semejante a la que vivió Francia. Las fuerzas electorales están dispersas. Ninguna alcanza la mayoría del 51%. En las pasadas elecciones para la gubernatura del Estado de México, por ejemplo, el candidato del PRI obtuvo el 33.71%, la candidata de Morena el 30.81%, el del PRD el 17.82%, el PAN el 11.27% y los demás el 6.39%. El próximo gobernador del estado llegará con un una fuerza electoral muy reducida. Apenas uno de cada tres electores voto por él.

Lo mismo sucederá en las elecciones presidenciales del próximo año. Al no haber en México segunda vuelta, el próximo presidente llegará a Los Pinos -o al Palacio Nacional, como dice uno de los aspirantes- con una fuerza electoral muy reducida. Será el presidente del 30% de los mexicanos. Y eso, es un país crispado por la miseria, la corrupción y la violencia, es una desventaja que pudo haberse salvado.

Pero México no es Francia, señores. Eso lo afirmaron tanto el PRI como Morena.

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