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La familia incómoda

El hijo mayor de Donald Trump acaba de aceptar que tuvo contactos de alto nivel con Rusia para dañar la imagen de Hillary Clinton durante la campaña presidencial de su padre. Según sus propias declaraciones, él mismo puso a consideración de la opinión pública una serie de correos electrónicos en los que dice que «le encanta» la propuesta rusa de dañar a la rival de su padre. Pero lo cierto es que esos correos salieron a la luz por una investigación de The New York Times, y que el hijo del actual presidente se vio obligado a reconocerlo.

Esta nueva vuelta de tuerca aparece después del encuentro entre Donald Trump y Vladimir Putin en Hamburgo, donde ambos mandatarios trataron de enterrar el tema de la intervención de Rusia en las elecciones hacia la Casa Blanca. De manera que la pesadilla regresa.

Ahora resulta que el hijo mayor de Trump admite su deseo de escuchar información oficial de Rusia para enlodar la imagen de Hillary Clinton, lo que demuestra que el equipo de campaña -liderado por su la familia del candidato- estaba dispuesto a recibir ayuda externa de Rusia, su rival histórico. En el tejido de esta intervención -ilegal a todas luces- participa un publicista ruso de la farándula, viejo amigo de Trump, quien le presenta a su hijo a una fiscal allegada al Kremlin llamada Natalia Veselnitskaya, quien se reúne con el hijo del candidato a mediados del año pasado en la Trump Tower de Nueva York. El encuentro tuvo lugar «como parte del apoyo del gobierno de Rusia a la campaña de Trump». Gulp.

Mientras los demócratas ponen el grito en el firmamento, los republicanos callan. Donald Trump minimiza el asunto. No quiere hablar de eso. A su juicio, es otro escándalo intrascendente, como el que se desató cuando su hija Ivanka ocupó la silla presidencial en la reunión del Grupo de los 20, en Alemania, mientras su padre atendía otros asuntos. Y en el fondo es lo mismo, porque el actual inquilino de la Casa Blanca trata a sus hijos como lo hacían los monarcas de Europa previos a la Revolución Francesa. Reciben el trato real de herederos. Ni la monarquía inglesa actual se comporta de esa manera.

Aunque Donald Trump no lo admita, tiene una familia incómoda. Parece un tema irrelevante, pero puede llevarlo a la ruina. El país se puede dar cuenta de que tiene el presidente más incómodo de su historia.

 

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