Hay ficciones televisivas que guían los pasos de la realidad. La mayoría se nutren de ella, van tejiendo sus embrollos con fragmentos de historias verdaderas, coinciden deliberadamente en los perfiles de sus personajes, a veces desembocan en finales antagónicos y disparatados, pero siempre siguen a la realidad como sombras. O como faros del provenir.
Eso es precisamente lo que está sucediendo en Francia con la serie televisiva Baron noire, que retrata las peripecias de los personajes políticos del momento, y que se ha convertido en una saga que el público francés no puede perderse. Es, a juicio de muchos comentaristas, la versión francesa de House of Cards.
Al igual que los devaneos de Frank Underwood, en Baron Noire los personajes se dejan llevar exclusivamente por la ambición, y son capaces de cualquier cosa para lograr sus fines. Hay una lucha sin piedad entre los viejos amigos, un diputado y el futuro jefe de Estado, y los capítulos cambian al capricho de las luchas entre los personajes.
Pero lo que tiene a los televidentes franceses al filo de la pantalla es que la segunda parte de la serie presenta a un nuevo presidente de la República Francesa. Un personaje moderado, carismático, ferviente convencido de la unidad europea, joven, emprendedor, sin temores, como Emmanuel Macron, el actual presidente de Francia. Con un detalle que lo distingue: se trata de una mujer. La actriz Anna Mouglalis personifica a la presidenta Amélie Dorendeu, una especie de alter-ego de Macron.
En la pantalla, los personajes pueden corregir los errores de los políticos a quienes representan en la realidad. O a la inversa Por eso los espectadores no se pierden ningún capítulo de la serie.