En el lenguaje político de Estados Unidos se le llama Impeachment. Es el juicio político contra el Presidente, el inquilino de la Casa Blanca. Es lo que se le hizo a Bill Clinton cuando se reveló el escándalo de Mónica Lewinsky. Y eso fue, también, la amenaza que obligó a la renuncia de Richard Nixon cuando se destapó el caso de espionaje llamado Watergate, contra el Partido Demócrata.
El caso de Donald Trump es muy singular. Alrededor del mundo millones de personas se preguntan no solamente cómo fue posible que un hombre tan inadecuado para la política pudiera llegar a ser el presidente del país más poderoso del mundo, sino también se preguntan el cómo es posible que siga ahí. ¿Por qué no lo han quitado? ¿Después de sus bravatas atómicas, su defensa del racismo, sus prédicas del odio contra los mexicanos y los musulmanes, sus insultos multiplicados a varios países, sus tropiezos proteccionistas, su nepotismo rampante, sus veleidades en twitter, sus vaivenes declarativos y su falta de escrúpulos? Y la respuesta es: porque no existen las condiciones políticas para sacarlo. Con la mayoría republicana en el Capitolio, y el temor conservador a desatar un oleaje de cambios radicales al calor del Impeachment, los miembros de la estructura prefieren quedarse callados, nadar sigilosamente hasta la orilla del término de su mandato.
Sin embargo, hay voces que piden abiertamente su juicio político, y otras que solo aguardan a que el próximo proceso electoral les favorezca con una nueva composición en el Congreso. Una de esas voces independientes es la de Tom Steyer, un millonario activista de San Francisco que ha gastado más de 30 millones de dólares en la campaña para lograr el juicio político de Trump. «Trump no ha puesto en el límite de una guerra nuclear -sentenció hace un mes-, ha obstruido la justicia y ha tomado dinero de gobiernos extranjeros. Las investigaciones de Mueller son concluyentes sobre la intervención de Rusia en la política de Estados Unidos, y ningún presidente puede estar por encima de la ley.»
Y no son voces solitarias en el desierto. El diputado por Nueva York Jerry Nadler acaricia el tema del Impeachment contra Trump desde hace tiempo. Pero espera mejores tiempos. Si los demócratas recuperan el Capitolio, está acordado que lo nombrarán a él como el Presidente del Comité Judicial del Congreso. Y desde ahí podrá hacer algo. Y sabe cómo hacerlo, con qué aliados contar, y en qué momento. La prueba es que ya estuvo a cargo de otro Impeachment. Por sus oficios, el entonces presidente Bill Clinton conservó su puesto.
«Es cosa de encontrar el argumento más convincente, y convencer a varios republicanos como aliandos», dice. La sombre del impeachment penetrará en todos los rincones de la Casa Blanca a finales de este año.
(Fotografía: The New York Times)