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De rebelde a tirano

La historia de Daniel Ortega, lamentablemente, es la historia de Nicaragua. Su figura ha estado íntimamente vinculada al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), una organización inspirada en la lucha de resistencia de Augusto César Sandino contra la invasión de Estados Unidos en los años que van entre 1927 y 1933.

Durante sus años de rebeldía, Daniel Ortega luchó con denuedo contra la dictadura de Anastasio Somoza, un dictador que se hizo famoso porque se apoderó de la ayuda internacional que llegó a Managua -la capital del país- después de un terremoto que acabó con la ciudad en 1972, dejando más de 10 mil muertos y un número incontable de damnificados. Ortega robó un banco para obtener recursos para el FSLN, fue a la cárcel y estuvo preso durante 7 años, y participó en la lucha armada que puso fin a la dictadura de Somoza en 1979.

Después de la revolución sandinista, Ortega se apoderó de la presidencia de su país, y no ha querido soltarla. Inicialmente fue jefe de Estado en 1979, y al año siguiente se convirtió en el primer revolucionario que abandonó el poder mediante un proceso electoral. Fue un ejemplo para el mundo. Las elecciones llevaron a la presidencia a Violeta Barrios de Chamorrro, y muchos pensaron que la vida política de Daniel Ortega estaba en su crepúsculo.

Pero lo que sucedió fue lo contrario. Ortega fraguó diversas alianzas con sus antiguos enemigos políticos -incluyendo al cardenal de Managua Miguel Ovando y Bravo, así como las cámaras empresariales-, y llegó a la presidencia nuevamente en 2006. En las elecciones posteriores, Ortega fue reelegido presidente en los años de 2011 y en 2016.

Este año, se inició una serie de protestas estudiantiles que recuerdan los lúgubres años de Somoza. El pasado 18 de abril, los universitarios de Managua se lanzaron a las calles para protestar contra una reforma a la seguridad que obliga a los trabajadores a pagar más y a los jubilados a recibir menos. Días después, los estudiantes sumaron a sus protestas el control que ejercen los Ortega -el presidente Daniel y su esposa, la nombrada vicepresidenta Rosario Murillo- sobre la Corte Suprema, la Asamblea Nacional y el Colegio Electoral. La violencia apareció cuando las protestas se enfrentaron a la policía antimotines y a multitudes de jóvenes que portaban camisetas de colores blanco y rosa, que declararon ser miembros de la Juventud Sandinista. Los estudiantes ya no regresaron a sus casas.

¿El resultado? Hasta la fecha, 46 estudiantes muertos, y el ascenso de un movimiento que busca sacar a Daniel Ortega de la presidencia del país. La historia de Somoza se repite en manos de su verdugo.

 

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