El juego final del Abierto de Tenis de Estados Unidos fue un encuentro calcinado por la furia de dos mujeres atléticas, un ramillete de jugadas maestras, una erupción de reclamos y palabras altisonantes, el clamor permanente del público, gestos al borde del llanto, una derrota llena de tristeza y una victoria contundente. Serena Williams, el tótem sagrado del tenis femenil de Norteamérica -con una edad de 36 años-, fue arrollada por Naomi Osaka, una japonesa de 20 años que juega como jugaba la poderosa Serena cuando tenía su edad.
El mar de fondo del encuentro parece una alfombra de lumbre. Serena Williams es una robusta mujer que salió de su niñez en Compton -un barrio estigmatizado de Los Ángeles por ser un nido de bandas de negros- para convertirse en una leyenda del tenis en la Unión Americana y en el mundo. Entre 2002 y 2017, fue nombrada 8 veces la número uno del planeta, y en ese lapso empató con Steffi Graff el récord de poseer el primer lugar mundial durante 186 semanas consecutivas. Es dueña, además, de 23 títulos de Gran Slam -los abiertos de Australia, Francia, Inglaterra y Estados Unidos- en juegos individuales, y se llevó 4 medallas de oro en los juegos olímpicos de 2012 y 2017, en individuales y haciendo pareja con su hermana Venus.
Un detalle importante en su carrera es que en 2017 fue la única mujer que ingresó en la lista de Forbes de los deportistas mejor pagados de Estados Unidos. Con sus 26 millones de dólares, fue la única mujer. La única.
Y las connotaciones de ese detalle, en el fondo, fue lo que incendió la cancha de Flushing Meadows cuando Serena increpó al juez Carlos Ramos, recetándole el insulto de «ladrón y mentiroso». En un arrebato de rabia, la diosa negra del tenis rompió su raqueta. El juego se detuvo. La tenista llegó a los pies del juez y lo desafió con los ojos llenos de furia. El público abucheó sin saber a quién.
En las redes sociales, el tema se convirtió en una arena muy nutrida sobre la equidad de género. Muchas voces señalaron que el prestigio de Serena se había derrumbado con su actitud bélica. Otros dijeron que no era cierto, que el tenis ha tenido en muchas ocasiones sus energúmenos, pero que siempre eran hombres. Y ahí están, para el recuento de las bravatas, los casos de Jimmy Connors y Joe McEnroe. Billie Jean King, otra mujer icono del tenis de Estados Unidos, salió en defensa de Serena en su twitter. Escribió: «Si reclama una mujer, es histérica; si lo hace un hombre, tiene pantalones.»
Lo cierto es que en el último abierto de Forest Hills se ha apagado una estrella… y otra ha nacido.
¿Y quién es Naomi Osaka? Pues resulta que es otra mujer negra, ahora nacida en Japón. En el Imperio del Sol Naciente, un lugar que sobrevivió centurias conservando la pureza racial. Naomi es hija de un hombre hawaiano y una mujer japonesa. Una mezcla racial, algo no muy bien visto en Japón. Pero una raqueta con muchos años de vuelo al frente.