Más de la mitad de la población mexicana está en situación de pobreza. El reporte «Desigualdad extrema en México» revela que el 1% de la población concentra el 43% de la riqueza del país. Muchos viven sin luz ni agua ni electricidad. No comen todos los días y, cuando enferman, acceden a hospitales de pésima calidad. Sus hijos tienen que caminar durante horas para ir a la escuela y muchos no tienen acta de nacimiento. El libro Los 12 mexicanos más pobres muestra quiénes son los más pobres del país: los olvidados de los olvidados. Un grupo de reporteros y fotógrafos localizó a las doce personas con peor situación económica del país. ¿Cuánto ganan? ¿Dónde viven? ¿Qué comen? ¿Cuáles son sus condiciones de acceso a la salud, educación y vivienda? Ésta, que es la otra cara de la lista de millonarios, apuesta por subrayar el contraste entre la miseria y la riqueza, enfrentándonos a la enorme desigualdad en que estamos insertos como país.
Esta lista de pobres fue un proyecto para ponerle nombre, apellidos y rostro a la miseria, elaborado por el colectivo de periodistas Cuadernos Doble Raya, y las organizaciones Ojos de perro y Oxfam, publicado por Planeta. “Estas 12 personas representan arquetípicamente las condiciones y la situación en la que viven muchas. En México hay 11,5 millones en situación de pobreza extrema; así, cada uno de los protagonistas representa más o menos un millón de mexicanos”, explica Rocío Stevens, directora de campañas de Oxfam México.
Un caso, entre los 12, es el de Angelina Méndez. Angelina es una persona real, que trabaja más de seis horas diarias tejiendo sombreros de palma para ganar 15 pesos. Tiene 47 años, vive en el Estado de Oaxaca con sus dos hijos pequeños. Algunos días no comen y otros se alimentan solo de tortillas de maíz. Mide un metro con veinte, pesa 40 kilos y no habla español. En su lengua, le explicó a un traductor que ella misma cree que no sabe pensar bien, una consecuencia, según la directora de Oxfam, de su deficiente alimentación.
Dice en el libro: «Angelina Méndez toma agua hervida para no sentir el el dolor de estómago que causa el hambre. Ella y su familia han pasado hasta 48 horas sin comer, porque cada día enfrenta una verdadera batalla para conseguir, al menos, un par de tortillas con sal que meterse a la boca. No es que no quieran comprar otra cosa, es que es para lo único que les alcanza. Su día comienza a las 4 de la mañana; se levanta para tomar un conjunto de hilos de palma seca con los que teje de 2 a 3 sombreros al día lo más rápido que puede. Quien se los compra, le da sólo 5 pesos por cada uno, con lo que nada más le alcanza para 2 cosas: más hilo de palma seca con el que teje más sombreros, y un poco de maíz con sal.»
(Información de Oxfam)