La inteligencia artificial en el llamado primer mundo ha entrado en ayuda de la salud mental de los ciudadanos. Hace cinco años, los analistas del tema sostenían que no alcanzaban los siquiatras para atender una demanda en ascenso. En Estados Unidos había poco más de 15 mil médicos. y los pacientes se contaban en millones.
Pero desde ese entonces sucedió un prodigio: los robots entraron en ayuda de los enfermos mentales. Su auxilio empezó a mitigar el déficit de médicos del ramo. Nadie se lo esperaba, hasta que se vieron a los primeros trabajadores sociales -máquinas en movimiento- diseñados para atender la soledad y la depresión de los ancianos en los asilos.
Por supuesto que no es lo mismo ser atendido por un médico de carne y hueso que por un robot. Pero la inteligencia artificial puede ayudar analizando los registros de los pacientes, y aún haciéndoles pruebas. Una muestra de la salud mental está en el lenguaje. Si el paciente empieza a tener problemas para expresar sus vivencias y sus emociones, una computadora puede detectarlo. El hablar de una manera monótona puede ser un síntoma de depresión; el hablar rápidamente puede descubrir ciertas manías; el lenguaje desarticulado puede revelar la esquizofrenia. Los robots pueden detectarlo, elaborar diagnósticos con una rapidez sorprendente, y ayudar a los médicos para elegir los tratamientos.
Muchos ancianos -sobre todo en el Reino Unido y las zonas rurales de Estados Unidos- ya le dan la bienvenida a los robots al mundo de los humanos.