Amazon ha demostrado que es una empresa que representa mucho más que una entrega que se activa con el click de una computadora. Es una firma que se ha metido al tejido social de Estados Unidos y de muchos otros países.
En Baltimore, por ejemplo, Amazon está presente en los envíos que llegan al aeropuerto, superando por mucho a los que utilizan FedEx y U.P.S. Los almacenes son también de la nueva empresa, que opera en las viejas bodegas que tenían las armadoras General Motors y Bethlehem Steel. Ahí, los trabajadores laboran en turnos de 10 horas y ganan entre 15 y 18 dólares por hora, mucho menos que sus predecesores del acero.
Cerca de la bahía están los estadios de fútbol americano y béisbol, en los que Amazon monitorea los movimientos de los jugadores y los envía para su análisis a un centro de inteligencia artificial. Alrededor de los estadios, Amazon ha colocado cámaras de vigilancia para evitar el crimen y la policía se ha convertido en un cliente más de la firma. Lo mismo ha sucedido con los fiscales.
¿Se trata de un nuevo Big Brother, disfrazado de promotor cultural y proveedor de música y libros?
Todo indica que estamos ante un nuevo paradigma. Bienvenidos al mundo de Amazon.