Muchas veces se ha dicho que el atraso de los pueblos se mide básicamente por la desigualdad social que se expresa en ellos. Los pueblos más atrasados son los que tienen una mayor desigualdad social; es decir, en los que vive un sector muy reducido de personas que no solo tienen satisfechas sus necesidades básicas, sino que concentran la mayor parte del ingreso nacional, y una enorme población de gente que padece los niveles más pobres de vivienda, alimentación, salud, educación y empleo. Por eso los países más desarrollados, desde esta perspectiva, no son los que han sido centros de los imperios, como el Reino Unido, Estados Unidos y China, sino los que tienen una población muy homogénea con sus necesidades básicas satisfechas, como Dinamarca, Noruega y Suecia. En ellos, se puede decir, habita una clase media muy extendida, y no se observan las típicas desigualdades entre pobres y ricos.
Sin embargo, hay un factor que resulta clave y que no se considera tradicionalmente como un medidor clave de la desigualdad social, ni de la riqueza y la pobreza de los pueblos. Se trata de la productividad. La productividad laboral se obtiene de la relación entre el Producto Interno Bruto (PIB), y el número de horas trabajadas y el número de ocupados en el país, por lo que es un factor clave para el crecimiento económico.
La productividad laboral en México con base en las horas trabajadas registró una caída de 1.8 por ciento anual durante el tercer trimestre del año pasado, por lo que este indicador ya acumuló un año y medio en zona de contracción, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Este desempeño negativo se explicó en gran medida por una mayor caída en la productividad de los trabajadores en el sector industrial y en los servicios.
Respecto a los servicios, principal motor de la economía nacional, se observó un retroceso de 2.6 por ciento anual, por lo que el indicador hiló cinco trimestres consecutivos en terreno negativo, mientras que en la industria la contracción fue de 0.78 por ciento.
En el sector primario, el indicador subió 4.1 por ciento, su mayor incremento desde el segundo trimestre de 2016.
Lo que urge, entonces, es un programa que impulse a nivel nacional la productividad en todos los sectores.