En el estadio TQL de Cincinnati, el pasado 12 de noviembre, todo estaba puesto para que México ganara el partido. Era el tercer partido contra Estados Unidos este año, en el marco de las Eliminatorias rumbo al Mundial de Qatar en 2022. México marchaba a la cabeza del grupo de la Concacaf con 14 puntos en su haber; 4 juegos ganados, 2 empates y cero juegos perdidos. Estados Unidos, por su parte, contaba con 3 juegos ganados, 2 empates y 1 juego perdido. Se estaba jugando, en esencia, el liderato del grupo.
Los pupilos del Tata Martino llegaron a Cincinnati envueltos en un poco de frío, pero con la esperanza de recuperar su aureola de ser la mejor oncena de la Concacaf, con jugadores luciendo en varios equipos de las ligas europeas, presentándose como el rival a vencer.
Era un duelo de punteros y el primer tiempo se desarrolló en consecuencia. La lucha se llevó a cabo en la media cancha y las oportunidades de gol fueron escasas en ambos marcos.
En el segundo tiempo, cuando se esperaba que el cansancio fuera erosionando al equipo de las barras y las estrellas, México se derrumbó. La media fue incapaz de surtir balones a su feroz delantera, la velocidad de los norteamericanos pasó por encima de la defensa azteca y el 2-0 fue una marca fiel de lo sucedido en la cancha.
Las estrellas individuales del equipo mexicano se apagaron por completo. La penetración del Chucky Lozano no brilló por las bandas; la picardía del Tecatito nunca salió a la cancha; la puntería de Raúl Jiménez no apareció por falta de pases y centros.
¿Es mejor el equipo de Estados Unidos que el de México? Pues sí, aunque nos cueste reconocerlo. Pero si a eso le sumamos una falta completa de estrategia por parte del Tata Martino, podemos decir que la derrota salió barata.
Esperemos que México llegue a su próximo juego contra el coloso del norte con un nuevo capitán en el timón del barco.