Los conservadores no se distinguen por hacer grandes jolgorios. Menos aún si se trata de hacerlos en días de guardar. Pero ahora han salido a la luz una serie de reportes en los que la cúpula gobernante del Reino Unido, con Boris Johnson a la cabeza, destapó las botellas de vino y champaña y festejó ruidosamente su permanencia en el poder durante la pandemia. Algo increíble.
Un reporte oficial investigó 16 eventos sociales realizados en el nº 10 de Downing Street -la casa del gobierno- y en otros edificios del gobierno británico durante los confinamientos por la pandemia que vivió Reino Unido entre 2020 y 2021. El reporte, realizado por la funcionaria Susan Gray, es relativamente limitado, ya que la policía pidió no añadir muchos detalles y así «evitar cualquier perjuicio» en la investigación que la policía tiene abierta sobre 12 de esas fiestas. A pesar de eso, el informe revela algunas claves de lo ocurrido, y concluye con una dura crítica al liderazgo británico. «Algunas de las reuniones en cuestión representan un grave fracaso de los altos estándares que se espera de aquellos que trabajan en el corazón del gobierno», dice el recién publicado informe. «No se deberían haber permitido».
El gobierno ya tuvo que pedir disculpas por dichos eventos en dos ocasiones. Primero fue el miércoles 12 de enero en el Parlamento. Allí, el primer ministro británico se disculpó ante sus colegas de Westminster por haber participado en una fiesta realizada en mayo de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia de covid-19. Posteriormente, el viernes 14, un portavoz de la residencia oficial del primer ministro envió una carta al Palacio de Buckingham -residencia de la reina Isabel II-, en la que se le presentaban disculpas por la celebración de dos fiestas en la noche previa al funeral del príncipe Felipe de Edimburgo, esposo de la monarca, quien falleció en abril de 2021. El comunicado dice que «la oficina del Primer Ministro lamenta profundamente que esto haya ocurrido en un momento de luto nacional».
Johnson ha sido durante mucho tiempo un hombre que desafía las reglas de la gravedad política. Mientras estuvo en algún cargo público, sobrevivió a escándalos personales que habrían arruinado la mayoría de las carreras políticas, y ha conseguido sonados triunfos electorales. Ganó, dos veces, la alcaldía de Londres, una ciudad laborista; lideró la campaña de la salida de la Unión Europea, que condujo a la victoria en el referéndum del Brexit, y en 2019 aseguró la mayoría conservadora más grande desde la era Thatcher.
Pero en días más recientes sus índices de aprobación han caído de forma constante: según una encuesta reciente, el 59 por ciento de los adultos británicos quieren que deje el cargo. En una señal de desaprobación nacional, Johnson fue recibido con abucheos en un evento de la celebración de los 70 años de reinado de la Reina Isabel.
Mientras tanto, no hay buenas noticias en el futuro. Después del fracaso del gobierno en concretar la promesa de “nivelar” el país y su decisión de aumentar los impuestos, pocos están entusiasmados con su agenda interna. Esta inquietud ha sido agravada por el aumento en el costo de la vida y la inflación al alza.
La decisión de mantener o reemplazar a Johnson —cuestión que ahora pende de un hilo en Londres— no afectará solo al futuro del Partido Conservador, sino a la posición de Gran Bretaña en el mundo. Para el partido, se trata de volver a ser respetado como fuerza ideológica coherente, dirigida con decoro. En esencia, se trata del respeto a sí mismo. En lo que respecta a la posición internacional de Gran Bretaña, la pregunta es si los conservadores están dispuestos a deshacerse de un líder que tanto daño ha causado a un país tan orgulloso.
Parece que sus días están contados.