Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, se está quedando solo. Es el único mandatario que busca minimizar el poder del Coronavirus, una enfermedad que puede tener efectos catastróficos si se difunde entre la población de las favelas de Río de Janeiro.
Bolsonaro tiene el típico carácter del macho ignorante, que desafía a sus enemigos porque se cree invencible. Lo mismo sean diputados de las bancadas enemigas, o virus que se esparcen por el mundo. Cuando empezó la pandemia del Coronavirus, Bolsonaro sostuvo que no había que hacer tanto alboroto «por una simple gripita».
Para vencer a la nueva pandemia, Bolsonaro ha sostenido que los brasileños llevan el remedio en su propia constitución física. «Pueden meterse a las aguas negras del drenaje y no les pasa nada», ha dicho. Pero no todos piensan de esa manera. “Ha demostrado que no está capacitado para ser presidente”, dijo Maria Hermínia Tavares de Almeida, politóloga de la Universidad de São Paulo. “Solo permanece en el poder por una razón muy simple: nadie quiere crear una crisis política para expulsarlo en medio de una emergencia de salud”.
El único gobierno alineado con la insensatez de Bolsonaro ha sido el de Daniel Ortega en Nicaragua. Su esposa, Rosario Murillo, ha luchado porque las escuelas permanezcan abiertas a pesar de la crisis. «Con fe podemos derrotar al miedo», dijo ante un mítin multitudinario.
Una parte fundamental del problema, en lugar de enfrentarlo racionalmente, es minimizarlo.