Se dice que Andrés Manuel López Obrador se llevó el carro completo en las pasadas elecciones. Pero esto, en el sentido clásico del término, no fue así. El carro completo se le llamaban a las elecciones propias del partido hegemónico, en las que el PRI ganaba de manera absoluta todos los cargos. Desde luego que ganaba la del de presidente de la República, pero también todos los diputados, senadores, asientos de los congresos estatales, gobernadores y presidentes municipales. Ese era el carro completo. Nadie se quedaba abajo del camión.
Morena, el partido de López Obrador, arrasó con la presidencia y los escaños y curules del Congreso de la Unión, pero no ganó todas las gubernaturas y presidencias municipales en juego. De 9 estados en pugna, se llevó solo 5. Nada mal para ser la primera vez en una contienda.
Sin embargo, lo más importante sí lo ganó. Y eso fue la posibilidad de gobernar con un apoyo inconmensurable, como el de los presidentes priístas que gobernaron el siglo pasado. Ahora el Ejecutivo tiene también la mayoría del Legislativo, así como los gobiernos afines en 5 entidades federativas. Es un poder enorme. Pero habría que ver con detenimiento el mapa político de la República. El PRI gobierna aún 12 estados. El PAN, otros 11 y medio, ya que tiene Quintana Roo en alianza con el PRD. Eso parece ser un contrapeso importante, ya que el próximo presidente podrá gobernar con holgura en los estados de Veracruz, Tabasco, Chiapas, Morelos y la capital de la República.
Sin embargo, desde otro punto de vista, sí se llevó el carro completo, porque Morena ganó la mayoría de los congresos locales de los estados que podrían llamarse de oposición. Y ese detalle es muy importante. Porque si bien en la época del carro completo los gobernadores del PRI le debían el puesto a su jefe verdadero, que era el presidente de la República, ahora los gobernadores de la oposición -llámense del PRI o del PAN- tendrán que sujetarse a las decisiones que tomen los congresos locales, que ahora son afines al nuevo Ejecutivo. Y entre esas decisiones está el presupuesto. El que quiera ir en contra del nuevo presidente, tendrá que sufrir las consecuencias de la falta de presupuesto. La llave financiera del país ya no estará en Los Pinos, pero sí en Palacio Nacional.
De manera que Andrés Manuel López Obrador no se llevó el carro completo, pero el país funcionará como si lo hubiera hecho.