Hace un año, al abrir el fuego comercial contra la economía china, Donald Trump impuso aranceles a una variada gama de productos -por un valor de 250 mil millones de dólares- para tratar de reducir el déficit comercial de Estados Unidos con su rival chino. Fue apenas el primer disparo. China respondió con gravámenes que alcanzaron el 10% hacia mediados del año que acaba de terminar,
Al finalizar el año, las esperanzas de la Casa Blanca no se han cumplido. En septiembre el gobierno norteamericano publicó que las importaciones chinas crecieron a un ritmo superior al 8% mensual, y el déficit creció en 37 mil millones de dólares más. Esto se debe a que Trump no puede obligar a las empresas norteamericanas como Nike, Walmart y Home Depot a dejar de comprar productos fabricados en China, y en este sentido los que más recienten los golpes de la guerra comercial son las empresas y los consumidores.
Trump podría salir con la ocurrencia de que para detener la globalización habría que levantar también un muro comercial con China y prohibir de plano todas las importaciones de dicho país, lo cual sería caótico para la economía estadounidense.
Con una visión mucho mayor, China no mira el mundo -ni las posibilidades de gobernarlo- reduciéndolo al espacio de las guerras comerciales. Mientras amplía sus horizontes políticos hacia el sudeste asiático, la reintegracion de Taiwán a tierra firme y el porvenir de las dos Coreas, también se ha adelantado en la carrera espacial. A prinicipios del año, anunció el alunizaje de su nave Chang´4 en la cara oculta de nuestro satélite, por primera vez en la historia. China declaró, con toda diplomacia, que ese es un gran salto para la humanidad. Pero no hay que olvidar que su nave lleva el nombre de Chang, la diosa milenaria de China que ha vivido eternamente en la Luna.