Los pronósticos no son buenos. Las trayectorias tampoco. En 2020, la economía mexicana cayó en un 8.2%; se recuperó para crecer 5.3% en 2021, y este año se espera que su producto aumente en 2.8%. Si tomamos en cuenta los números y pronósticos más recientes a nivel global, resulta que el mundo redujo su crecimiento en un 3.1% en 2020; se recuperó en 2021 para llegar al 5.9% y se espera que este año se ubique en un 4.4%. Todo eso quiere decir que, si al resto del mundo no le ha ido tan bien, a México no le puede ir mejor. México crecerá -si lo hace- a un ritmo menor del del crecimiento del mundo.

¿Puede revertirse esta tendencia?

Si, sin duda. México tiene los recursos y la capacidad productiva para elevar su productividad y, con ello, sus rangos de crecimiento. Pero esto tiene que convertirse en una prioridad nacional.

Hasta ahora (por lo menos en el discurso), la prioridad nacional ha sido el combate a la corrupción. Eso está bien -y viste mucho-, pero no basta para llegar a los niveles de las economías más avanzadas del mundo.

Urge, por ello, un llamado de los niveles más importantes del gobierno para elevar la producción y la productividad, y con ello el crecimiento.