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Culpables

Los gobernadores son los culpables. No todos, pero parece que los culpables son mayoría. Los que fueron gobernadores de Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila, Michoacán, Nuevo León, Quintana Roo, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y no sabemos cuántos más, robaron a manos llenas. El caso de Javier Duarte es paradigmático. Pero no es el único. Si sumamos las cantidades que faltan –según la Auditoría Superior de la Federación- en las pasadas administraciones de Veracruz, Chihuahua, Sonora y Quintana Roo, resulta que asciende a 96 mil millones de pesos. Y si comparamos esa cantidad con el presupuesto de Prospera del 2016, resulta que éste último es menor, de 84 mil millones de pesos.

Hay que recordar que Prospera le da dinero bimestral a 6.3 millones de mexicanos. A los más pobres, los que tienen pobreza alimentaria. Los que no tienen para comer. Junto a ellos, 4 gobernadores desaparecieron una cantidad mucho mayor. Son 84 mil millones de pesos de Prospera contra 96 mil millones de pesos de cuatro entidades federativas. 6.3 millones de mexicanos recibieron 84 mil millones de pesos. 4 gobernadores se llevaron 96 mil millones de pesos. Esto explica, de alguna manera, el sistema de la desigualdad social de México.

En el pasado los gobernadores robaban, pero –siguiendo la frase célebre de un presidente municipal muy cínico- “no robaban tanto”. Ahora sí que roban, y mucho. El detonante del saqueo se inició en el año 2000, con el cambio de milenio y el cambio de partido político en el Poder Ejecutivo de la nación. Con la administración de Vicente Fox, el sistema federalista se modificó sustancialmente, porque los gobernadores dejaron de rendirle cuentas al presidente. Ya no dependían de su nombramiento para llegar al máximo poder de los estados. El país avanzó hacia el federalismo. Los estados alcanzaron su autonomía. Y de esta manera, se convirtieron en feudos, donde los gobernadores hacen y deshacen las cosas a su antojo.

No hay poder que le ponga un freno al poder de los gobernadores. Por eso roban a sus anchas. A nadie le rinden cuentas. Por eso agarran el dinero del erario y lo llevan al extranjero. Se compran casas y departamentos. Lavan el dinero del narcotráfico. Utilizan prestanombres. Se dan la gran vida al terminar sus sexenios. Y luego aparecen, como por encanto, en las investigaciones del FBI y la PGR.

Encabezados por Javier Duarte –y desfilando cada quien con su botín-, los gobernadores están enterrando al sistema. Han puesto en entredicho la legitimidad de sus mandatos, que supuestamente sirven para gobernar en beneficio de los habitantes de cada estado; han socavado el sistema fiscal federal, que ha servido para ensancharles los bolsillos, sin ningún tipo de obras y servicios que beneficien a los contribuyentes; han convertido a los estados en feudos en los que gobiernan como reyes y saquean a sus súbditos; se han burlado del federalismo, convirtiéndolo en un sistema de gobierno privado; han pisoteado la democracia, exhibiéndola como la puerta de entrada para la satisfacción de sus ambiciones.

Mientras no exista la transparencia en los estados, ni un sistema que impida el saqueo de las arcas de las entidades federativas, el feudalismo de los gobernadores seguirá gobernando al país.

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