Durante siglos, como en muchas otras religiones, en el cristianismo la desnudez ha sido vista como un pecado, una grave falta contra Dios y el resto de los feligreses. Pero ahora las cosas han cambiado.
En su última misa, adentro de la Capilla Sixtina, el Papa Francisco bautizó a 28 bebés justo abajo del conocido mural de Miguel Ángel, y como muchos de los nuevos cristianos se pusieron a llorar, les dijo a sus mamás que podían sacar sus respectivos pechos para alimentarlos. Algo que hubiese sido un anatema para los anteriores pontífices.
Y ese exhorto carnal y materno lo dijo en la Capilla Sixtina, el santuario histórico donde se eligen los Papas bajo un secreto absoluto.
Además, el Papa se permitió el lujo de hacer una broma sobre Jesús, algo verdaderamente insólito para muchos prelados. Dijo que seguramente el primer sermón del Niño Dios fue un llanto de bebé, una sinfonía igual a la que los ahí presentes estaban oyendo, y que con toda seguridad la Virgen María le había dado leche de su pecho para calmarlo.
Nada del otro mundo, en el fondo.
Pero este pasaje, que parece natural viniendo de un Papa que ha roto muchos moldes pontificios en el Vaticano, no deja de ser un hito para las transformaciones que ya sacuden el interior de la iglesia.
Esto sería, guardando todas las distancias litúrgicas, como quitar los velos de las mujeres musulmanas.