En los últimos años, la Organización de la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (la FAO, por sus siglas en inglés) ha insistido en que la humanidad tiene que voltear hacia los insectos como alternativa para la alimentación.

A muchos el tema no les gusta, y a otros más el hecho de comer insectos les repugna. Pero lo cierto es que el aumento de población para mediados del siglo va a generar un enorme problema de alimentación, adicional al que ya existe.  Aunque el número de personas que pasan hambre en el mundo descendió en más de 100 millones en la última década, todavía hay 805 millones de personas con insuficiencia alimentaria todos los días, de acuerdo al informe de la FAO de 2014.

Según las Naciones Unidas, los insectos tienen propiedades muy nutritivas, ya que son una fuente muy importante de proteínas, grasas y minerales. En la actualidad, hay cerca de 1,900 especies de insectos que forman parte de la dieta de diversas poblaciones en el mundo, entre los que sobresalen los escarabajos, las orugas, las hormigas y los grillos. Dice la FAO que esto es una alternativa amigable con el medio embiente, porque los insectos no producen tantos gases de efecto invernadero como las vacas, por ejemplo, y resultan mucho más económicos. Un grillo necesita 12 veces menos alimento que el ganado para producir las misma cantidad de proteínas.

Para nosotros, los mexicanos, el llamado de la FAO no es algo nuevo. Aquí estamos acostumbrados a los gusanos de maguey, los escamoles y los chapulines de Oaxaca. En taquitos, con guacamole y limón, son deliciosos.