Las atrocidades no pueden ser una costumbre. Pero desgraciadamente en Nigeria se ha convertido en parte de la vida cotidiana. Una nación muy poblada -más de 180 millones de habitantes-, con una capacidad económica envidiable y una diversidad cultural que asombra a sus vecinos africanos, Nigeria es un país martirizado por el extremismo islámico.

Un grupo de estela fúnebre, llamado Boko Haram -vinculado al Estado Islámico-, tiene bajo su yugo el noreste del país, y acaba de llevar a cabo una nueva matanza. Esta vez fue un ataque perpetrado por motociclistas en el pequeño pueblo de Kuda. Ahí llegaron a un funeral, rompieron el llanto con el ruido de sus motores, apuntaron a los dolientes, y abrieron fuego en ráfagas sucesivas. 24 personas, la mayoría de ellas mujeres, murieron. Para rematar el ataque, los motociclistas saquearon las casas aledañas y les prendieron fuego.

Boko Haram ha sido clasificado como «el grupo terrorista más peligroso del mundo», un título ganado a pulso de acuerdo al Índice Global del Terrorismo en 2015. Fue el grupo que tuvo a bien secuestrar a 267 niñas de un colegio en 2013, y que ha enviado a varios jóvenes a estallar con bombas en el cuerpo en mezquitas y mercados. En su historial fúnebre, se ha adjudicado más de 20 mil muertes, y gracias a sus acciones han huido de sus hogares más de 2 millones de habitantes. Todo un currículum de la bajeza.