Es una familia de marineros. El padre y sus hermanos han vivido del mar. Juan Manuel Ballestero conoce casi todos los mares del mundo. Ha estado en las costas de Brasil, África, Indonesia, Bali, Hawaii, Chile y por supuesto Argentina, su propio país. Este año se encontraba en Porto Santo, cerca de las costas de Marruecos, y a mitad de la pandemia decidió cruzar el Atlántico para reunirse con su padre, un hombre de 90 años.

Su viaje recordó las gestas de Colón y Magallanes, en condiciones muy adversas, donde no todos los puertos de la trayectoria le dieron la bienvenida. Pero su voluntad es de acero, y por eso logró su meta de cruzar los miles de kilómetros que lo separaban de su familia. Su velero es pequeño, 9 metros de eslora. Y estuvo en el mar 85 días. Lidió con oleaje pesado, la falta de viento, el sol que caía a plomo al mediodía y, sobre todo, la soledad. En días de desesperación, lo acompañó una botella de whisky. Pero él mismo dijo, al final de su viaje, que la botella no fue buena compañera. Se acabó pronto, además.

El día del padre, pese a todos los obstáculos, estuvo con su padre.