Hace unos años, el correo electrónico respresentó una revolución para las comunicaciones. Como reemplazo del correo postal, los mensajes hablados, las palomas mensajeras y las señales de humo, el correo electrónico fue un salto cuántico en materia de velocidad de los mensajes. Si bien sus orígenes se remonan a 1961, cuando un grupo de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts empezó a conectarse a distancia con una computadora, el correo electrónico surgió como tal en 1971, con el famoso signo de @ para separar a los usuarios de los buzones o servidores.
Hoy existe una corriente que dice que el correo electrónico está llegando a su fin. Los congestionamientos de tráfico, la tumultuosa cantidad de spams que llegan a diario, la dispersión de la información, la labor de los hackers y el espionaje a escala mundial atentan contra la eficacia y la privacidad del correo electrónico. ¿Y dónde se encuentra el reemplazo? Dicen los expertos que no está en el twitter, ese instrumento de caracteres reducidos, ni en el whatsapp, incapaz de contener información más amplia. Todo parece indicar que la sustitución del correo electrónico está en Intranet, esa red que se constriñe al mundo de las empresas, y que resulta mucho más eficaz para procesar la información que se necesita. En el Intranet no hay spams, porque los agentes externos no pueden tener acceso a ese mundo. Es como un Internet de la aldea.
Por supuesto que, si esa tendencia se impone, la famosa globalización tendrá un límite muy importante, y la comunicación inmediata regresará al ámbito de los feudos. O de las empresas, para ser más preciso.