Desde 1888, el Destripador se llamaba Jack. Era una leyenda indescifrable para Scotland Yard, y su nombre pasó a la historia como el temible Jack el Destripador. Jamás se encontró al asesino, pero las víctimas eran de carne y hueso. Se llamaban Elizabeth Stride, Catherrine Eddowes, Mary Ann Nichols, Annie Chapman y Mary Jane Kelly, todas ellas martirizadas y asesinadas sin motivo alguno, con el único denominador común de ser prostitutas del barrio oriental del Whitechapel en Londres.
Pero en estos días, por una simple maravilla de la ciencia, se reveló el nombre del asesino. Resulta que un chal recuperado de la escena de un crimen nunca fue lavado y pasó de mano en mano hasta que llegó al Museo del Crimen de Scotland Yard. Luego la prenda fue subastada, se sabía que pertenecía a una de las víctimas, y un científico comprobó que en ella había muestras del ADN de Aaron Kosminski, un emigrante polaco que tenía una peluquería en el rumbo, y que formaba parte de los seis sospechosos de la hilera de crímenes. Al compararse las muestras del ADN del chal con el ADN de los descendientes de Kosminski, se disiparon todas las dudas.
Ahora los documentos sobre la vida de Kosminski se están desempolvando. Era un enfermo mental muy grave, paranoico y esquizofrénico, amargado y misógino, que terminó en un asilo para locos. Algunos dirán que su condena fue muy benévola. Lo que falta, para restaurar la justicia, es exonarar a los demás sospechosos, que incluían a un Duque nieto de la Reina Victoria, un cirujano de cierto renombre, un pobre zapatero, un barbero de grueso bigote y un artista que nunca llegó a la fama.
Con información de dailymail.co.uk