En la votación de New Hampshire Bernie Sanders se puso arriba de Hillary Clinton por un amplio margen de casi 20 puntos. Esa victoria encendió los focos rojos en Wall Street, porque Sanders es un candidato que pretende romper la hegemonía de las grandes empresas financieras, y cobrarle más impuestos a los ricos.
El programa del senador de Vermont afirma que, de llegar a la presidencia, desmembraría los seis conglomerados financieros más importantes para quebrar el poder de los monopolios, y redistribuiría el ingreso a través de los impuestos. A los que ganan más de 10 millones de dólares al año, les cobraría un 52% de sus ganancias. Y a los que menos tienen, lo ajustaría a un 10%. Además, por si esto fuera poco, volvería gratuita la educación a nivel bachillerato, así como el sistema de salud.
Con Hillary Clinton en la presidencia, aunque tomase medidas para limitar el control de armas, los jerarcas de Wall Street pueden dormir tranquilos. Ella ha dicho que las propuestas de Sanders son imposibles de llevar a cabo, y que solo ella tiene la experiencia suficiente como para evitar un colapso con políticas ilusorias.
La victoria de Sanders es un augurio de que la batalla será mucho más larga de lo que pensaban ambos.