El rechazo de la religión a los avances de la ciencia es un tema que ha acompañado a la historia de la humanidad. Desde la antigüedad, los magos, sacerdotes y adivinos se oponían a los postulados científicos, sobre todo a los nuevos. Para los sacerdotes, era preferible seguir considerando que la Tierra era plana y que el sol giraba a su alrededor.
En esa tradición se inscribe el rechazo de muchos grupos religiosos a las vacunas. Se ha visto que los evangélicos blancos en Estados Unidos, para citar un ejemplo, han lanzado una campaña para decirle a la gente que no se vacune. Los motivos que se difunden son una mezcla de superstición, noticias falsas y tonterías. Una cristiana evangélica de Edmond Oklahoma se negó a recibir la vacuna porque contenía «tejido celular de abortos». Un ministro confesional de Tacoma, Washington, dijo que recibió un mensaje divino diciendo que «la vacuna no es la salvadora».
Existen más de 40 millones de adultos evangélicos blancos en Estados Unidos. De ellos, cerca del 45 por ciento dijo a principios del año que no se vacunaría contra la COVID-19. Eso implica que cerca de 20 millones de estadounidenses estarán más cerca de contraer la pandemia por seguir un simple prejuicio.