Según algunos analistas, el fascismo en Estados Unidos está a la vuelta de la esquina. No ha llegado aún, afortunadamente, pero su cercanía es alarmante. Según Paul Krugman, el Premio Nobel de Economía que se ha erigido como uno de los críticos más acérrimos de Donald Trump, el fascismo no solo se asoma en todos los actos y los tweets del inquilino de la Casa Blanca, sino que ha aflorado extensamente en todos los rincones del Partido Republicano.
Krugman afirma que Estados Unidos puede seguir la brecha que han abierto los partidos ultraderechistas en Europa. Particularmente el partido Ley y Justicia en Polonia y Fidesz en Hungría. En esos países existen formalmente elecciones populares, pero los partidos gobernantes han destruido la independencia del poder judicial, han suprimido la libertad de prensa, han institucionalizado la corrupción a gran escala y han hecho polvo a la oposición. Poco falta para que esos países adopten los gobiernos de partido único. En Hungría, donde el puño de acero del presidente Viktor Orban se siente con la policía en las calles, se ha obligado al filántropo financiero George Soros a abandonar el país.
En Estados Unidos, sin mucho sigilo, el Partido Republicano está siguiendo los pasos de sus congéneres fascistas en Europa. En Carolina del Norte, después de que un demócrata ganó la gubernatura, los republicanos usaron sus últimos días en el cargo para aprobar legislaciones que despojaban a la gubernatura de la mayor parte de su poder. En Georgia, los republicanos usaron supuestas preocupaciones sobre los accesos para votantes con discapacidades en las casillas electorales para intentar cerrarlas en donde los electores eran negros en su mayoría. En Virginia Occidental, los legisladores republicanos aprovecharon las quejas sobre gastos excesivos para llevar a cabo un juicio político en contra de todos los integrantes de la Corte Suprema del estado y remplazarlos por personas leales al partido. En el Capitolio anda circulando un panfleto entre los diputados republicanos sobre lo que podrían hacer los demócratas si recuperan la mayoría, y los alerta sobre la urgencia de defender al actual presidente. El escrito previene sobre la posibilidad de que las declaraciones fiscales de Donald Trump se hagan públicas. Y eso, que es un simple trámite administrativo en cualquier democracia, en Estados Unidos se trata de impedir a toda costa. Para los republicanos, primero está la defensa de su presidente que cumplir el mandato constitucional.
Lo que teme Paul Krugman es lo que escribió Sinclair Lewis en 1935, en su novela premonitoria llamada «Eso no puede pasar aquí». Con un aliento visionario como ninguno, Lewis imaginó lo que sucedería en Estados Unidos si arribara un partido totalitario al poder, con un presidente populista y demagógico, racista y atrabiliario. Bueno, pues el presidente ya existe, y ya despacha desde el Salón Oval de la Casa Blanca. Lo que falta es la entronización del partido que lo apoye. Por eso, dice Krugman, es vital que los republicanos no triunfen en las elecciones intermedias de noviembre próximo.